Resulta cómodo como un sonido abriga y sana. Me da la impresión de que siempre he buscado la comodidad en atmósferas o imágenes mentales, o en el conocimiento de lo que soy; pero no soy autosuficiente, no señor. Siento un mundo ajeno, debo ser extrangero, pues no es tema de gustos ni de intereses, ni siquiera de que sea un tío sin habilidades sociales (como lo llaman hoy en día). Estoy replegado sobre mí con todas mis fuerzas; mis sentidos no me unen al mundo, lo analizan y les asquea. Mi voz primera dice: Enhorabuena, habéis creado un mundo de gente solitaria y árida, las burbujas te mantienen alejado de la realidad de los otros, porque son eso, otros; y las cosas, objetos, llenan esas burbujas, no vayas a necesitar nada fuera de tí. Algunas relaciones distantes y superficiales para no rozar el aislamiento, que te mantengan alejado de ocurrencias tales como cruzar mirada con los extraños, y listo. Pero es responsabilidad mía y sólo mía crear mi entorno y tomar posibilidades, mi primerza voz juzga las impresiones de vuestra desgracia, pero soy yo el autor de mis demonios, y si no autor al menos tengo tiempo suficiente para atar cabos sueltos de la infancia. Soy un tonto hermético que vive sus 19 años con desesperanza, con prisa en el ambiente, sacando brillo al vidrio para rescatar una juventud aplastada en el fondo del cajón. Padre y madre son ajenos, lejanos, débil conexión que a veces creo pura formalidad (por mi parte); sombras tras papel satinado, como el resto. Recuerdos que nunca tuve, imágenes que nunca ví, tiempos que no viví...mi piel se eriza sólo con creaciones propias e imaginarias (además del arte); no me emociono con el recuerdo de situaciones, solo siento impresiones sin forma allá fuera, y el mundo externo parecería una creación de mi mente si no fuera por dos con los que guardo complicidad instantánea, puro sentimiento de compartir lo infinito en un tiempo limitado. Pero bajo la grandeza de estas palabras se encuentra la rueda insaciable que todo se lleva y a todos se lleva dejando sólo un puñado de euforia incómoda, el tiempo (cuánto misterio para algo tan obvio). Euforia incómoda o suave ansia amarga por el hecho de ser un recuerdo, imposible revivir la ruina amorfa de lo que fue una amistad. La nada, el camino solitario, parece que a unos aterra y a otros refugia. Eso es mentira. La verdadera nada no se elige, no es un mundo paralelo e introspectivo al que bajas, es tu tiempo sin centro, sin afinidad, de personas distantes, de palabras dichas a uno mismo, de silencios rotos por auriculares. La verdadera nada marchita, tonto, no es un espacio, es EL espacio. Te impide distinguir lo natural en tí; se borra de tu identidad la alegría y se torna en tu contra, la ves extraña y jamás dentro de tí. El presente parece teñir tu pasado de un gris unánime, o más bien la nada borra tu pasado y presente con su mecánica inhumana y desquiciante. Tensa tranquilidad la de un tiempo sin significado ni relevancia aparente. Joder, cansa escribirse a uno mismo y recordarse un mundo tan finito.